El 20 de abril de este año se ha celebrado el 90 aniversario del decreto de cesión de la Casa de Campo al
Ayuntamiento de Madrid.
Con la llegada de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, se produjo la
incautación por parte del Estado de los bienes de la corona. Hubo un especial
interés en la conversión de la Casa de Campo en parque urbano, tanto por el
carácter simbólico de la operación, como por la necesidad que tenía esa gran
ciudad de zonas verdes. A los pocos días
de la implantación de la República se produjo la cesión del antiguo Real Bosque
al Ayuntamiento de Madrid por parte del gobierno republicano provisional. El
espacio privado de la corona pasaba a uso y disfrute de todos los madrileños.
Fue un acontecimiento de gran transcendencia para Madrid, pues supuso la
dotación de una singular zona verde a una ciudad que no había sido
especialmente previsora en la creación
de plazas y espacios públicos.
Se daba inicio a un parque urbano de enorme
extensión y grandes valores históricos que hoy disfrutamos.
Los hechos se produjeron de
forma vertiginosa. No había pasado una semana de la proclamación de la
Republica cuando el Gobierno, a instancia
del Ministerio de Hacienda, elaboraba un decreto que recogía la necesidad que
tenía Madrid de bosques, parques y jardines acordes a la densidad de población
de la ciudad. Entre otras disposiciones figuraba esta explicita mención sobre
los nuevos usos del parque:
“Se
ceden al Ayuntamiento de Madrid para que sean
dedicados a parque de recreo e instrucción los terrenos de Casa de Campo y
Campo del Moro, sitos en esta capital. El Ayuntamiento no podrá dedicarlos
a uso distinto de los ya expresados, quedando facultado para construir las
edificaciones y realizar las transformaciones y mejoras que exija el
cumplimiento de la finalidad con que se hace la cesión = Acerca de los
proyectos de transformaciones, construcciones o mejoras a que se refiere el
apartado anterior, deberá el Ayuntamiento ponerse de acuerdo con el Ministerio
de Hacienda = La cesión se entenderá de modo que, siendo del Ayuntamiento el
dominio de los terrenos de que se trata, queda tal dominio condicionado y limitado por la absoluta prohibición de
cercenar las áreas actuales de aquellos inmuebles”

También
es oportuno destacar la temprana consideración hacia los jardines ornamentales
de la Casa de Campo, teniendo en cuenta
la gran connotación de estos jardines con la monarquía depuesta. En en el
documento definitivo que sería firmado por las autoridades gubernamentales y
municipales figura la siguiente observación:
“El Ayuntamiento de Madrid deberá ponerse de acuerdo con el Ministerio
de Hacienda para todas las modificaciones que quisiera realizar en los bienes
cedidos, acuerdo que será necesario también para las variaciones que pudieran
proyectarse con relación a las cortas o podas extraordinarias de arbolado y a la estructura de paseos o
jardines, por ser aquellos una de las
pocas muestras que quedan de la jardinería clásica española que conviene
conservar”
El día 1 de mayo, con motivo de
la Fiesta del Trabajo, se permitió, de
forma ocasional, la entrada de madrileños al parque, que se convirtió en una
tumultuosa anticipación de la cesión al
pueblo madrileño que se estaba tramitando. El parque volvió a quedar cerrado al
público.
El 6 de mayo se produjo la firma del acta de
entrega oficial de la Casa de Campo al Ayuntamiento. El acta fue firmada en la
propia Casa de Campo por el ministro de Hacienda D. Indalecio Prieto, por parte
del gobierno republicano, y por el D. Pedro Rico y López, alcalde de Madrid, el
cual se hace cargo de los terrenos de la Casa de Campo y del Campo del Moro, de
acuerdo con las especificaciones recogidas en el decreto de 20 de abril (publicada en la gaceta de Madrid el día 22
de abril de 1931). El acto fue legitimado con la presencia del notario D. Pedro
Tovar.
La firma del acta oficial de la
cesión se realizó a las doce horas, con un día soleado, en la glorieta de la
puerta del Río, a la izquierda del Palacio de los Vargas. Fue un acto
multitudinario, con presencia de múltiples medios de información y banda de
música.
Entre vivas a la República y
acordes del Himno de Riego, los políticos ofrecieron pequeños discursos
alusivos al acto, que fueron recogidos por los medios de la época. Indalecio
Prieto ofrecía al Ayuntamiento el deseo
del Gobierno de convertir a Madrid en la ciudad más bella del
mundo y el Alcalde Pedro Rico, por su parte, pedía colaboración a la ciudadanía y a los
medios para el buen uso del nuevo parque:
“no es para sitio de orgias, de francachelas y de merendonas que
destruirían y desvirtuarían el verdadero
sentido de la entrega y la honda labor cultural y de recreo del vecindario que
ha de realizar”
El día 10 de mayo se abrieron,
definitivamente, las puertas del parque a los madrileños. Se iniciaba de esta forma la andadura del principal
parque urbano de Madrid. La Casa de Campo
que, hasta entonces, había sido una extensión del Palacio Real de uso privativo de la realeza, se
convertía en un parque público
sorprendente en su magnitud, con 1.700
hectáreas y a corta distancia del centro de la ciudad; con jardines históricos
y gran riqueza forestal. Una gran reserva de terreno quedaba a disposición de
los vecinos de Madrid para el disfrute de la naturaleza y deporte.
Ya son casi cien años de existencia
de este parque, con un Guerra Civil de por medio que supuso una gran pérdida de su
patrimonio histórico y el corte de su vínculo con el pasado. Se ha producido segregación
de espacios y usos que distorsionan su identidad, han surgido problemas de
adaptación a nuevas circunstancias pero, sobre todo, ha sido un gran valor
para la ciudad, un popular y singular parque que da múltiples satisfacciones a
sus visitantes, un lugar con gran valor histórico que recibió hace pocos años
la calificación de Bien de Interés Cultural en razón a su importante pasado y a
los precedentes legales republicanos.
Conviene recordar aquella
inauguración del parque de 1931, recordar aquel Real Bosque que se entregó al
pueblo de Madrid y recordar aquellos decretos y declaraciones sobre los nuevos
usos del lugar y la preservación de su patrimonio, para tener, en la
actualidad, sólidos referentes para el futuro de la Casa de Campo.
Texto: Luis de Vicente Montoya